viernes, 28 de mayo de 2010

No man is an island

Nunca la quise a la muerte,
porque vos te irás con ella.

Gabo Ferro


1.-

Recuerdo: el ojo de Sauron, el ojo de Endemol, el ojo de Thundera... Ahora, a partir del Bicentenario, tenemos el ojo de Jack Shepard.

¡Ojo! Lo siguiente es un descarado spoiler. A la manera de Naroski: El que avisa no traiciona, la traición sería no avisarte. Bueno, la idea es esa.

Dicen que el cuchillo corta pero no se corta, el ojo mira pero no se mira, etc. En este sentido, en el budismo se habla del anatta: la ausencia de un yo, de la irreductibilidad de los fenómenos conscientes a un núcleo, puesto que hay conciencia sin un quién que lo respalde. De ser así, ¿qué me diferencia de cualquier otra persona? Todos somos todos, en un sentido que no es el de Ari Paluch. (Yo no soy Paluch).

Esta extrema licuación es el opuesto del solipsismo, sólo para nombrar el argumento más radical acerca de la existencia de otros yoes por fuera del que se hace la pregunta. Como no hay manera de demostrar que cualquier otro ser es consciente como yo (que lo soy, pero ¿a quién se lo demuestro?), entonces descarto la evidencia de los fenómenos (puesto que no me conducen al centro de la persona) y evito afirmar que hay otras mentes que existen.

Si bien el solipsismo no es corriente, salvo en posturas académicas, y el concepto de anatta es lejano para una cultura centrada en el de persona (ente racional) y nos parece más cercano a Bucay y a Carlos María Domínguez que a algo que va en serio, debemos reconocer que la pregunta por el yo no es mera verdurita. Toda la cosa del holismo vs. individualismo tal vez nos parezca más pertinente.

Lost trabajó una dicotomía entre social y existencial: "Live together, die alone". Lo dice Jack, y fue la comidilla de todo artículo sobre el final de la serie. Bien, de no haber sido así, yo no lo habría recordado en absoluto. Gracias. La frase completa es: "Si no podemos vivir juntos, entonces moriremos solos". Pero en la exrema crudeza del eslogan, la cosa se transforma en una exhortación: "Vive en grupo, muere en soledad". Mientras que en la primera versión existe la posibilidad de la compañía incluso en la experiencia que algunos salamines niegan porque "si muero, no pienso; si pienso, no estoy muerto", en la segunda, tenemos la desnudez insondable de un existencialista que se cree Bergman. (Me imagino a Ingmar en calzas, con capa y capucha que, al salir de su volcán, es acompañado del grito "¡Beeeeeeeergman!).

Ay, Dios. La vida y la muerte. Damn yin y yang, allá por las primeras temporadas lo teníamos a John Locke con una piedra de cada color en la mano mientras explicaba alguna ganzada... Prefiero recordar el imperfecto circulete yinyanguesco que forman Jack y Vincent, el morocho y el rubio, el ojo que ve y el ojo que se muere. Venga, Phil Collins, no se me amilane ante tanto público y cántese alguna canción onda Disney que se llame "The Circle of Life". Que haya mucho bongó y mucho bronce. Lo que vende es el bronce y la world music, Phil. Si vos sabrás, viejo chantafútefe...

¿Valió la pena atravesar más de ciento veinte episodios, como el príncipe de Persia atravesaba más de ciento veinte pantallitas? (La metáfora era pelear contra tu propia sombra, y hasta alguien se le animaría y la llamaría "anima"). Mi veredicto es que sí. Ya sé que hubo misterios que no se resolvieron, bla bla. La cuestión es que nunca lo fueron, sólo nosotros pensamos (nos hicieron pensar) que cualquier detalle tenía el carácter de misterio, mientras tan sólo era una pavada para fogonearnos. No había un secreto a responder, no había nada: ¡anatta! Nadie se pregunta cómo McGyver paga los impuestos, o mucho menos cómo hace Carrie Bradshaw para bancarse tanto Manolo Blahnik si sólo publica una columna al lado de una propaganda de alargamiento peneano (Carrie dixit). Quiero decir: todo es un misterio, pero sólo nos crispaba Lost.

Tuve una discusión sobre si Lost era extraño o maravilloso (ya saben, Tzvetan clavó un clavito...). Y yo dije (y digo) que esta era la duda de Lost a lo largo de tutti: Jack quería que la pesadilla se respondiera con un "al final, se despertó" o, al menos, con una explicación racional. Pero en la sexta temporada, hubo exceso de Jack con su mochilita bien ubicada y con la mirada perdida en el horizonte. Sentadito en una piedra, pasaba la palma sobre la tierra, escribía con un palo (¿sacrificio crístico quizá? Ojalá no, porque para eso ya estamos hasta el cogote con Neo). Demasiado cachorrito mojado, cojo y con el rabo pelado. ¿Saben lo que pasó? Se abrió al mundo de la magia. La isla era lo que era.

Yo no me la creo, pero es lo que hay, gente.

2.-

Waka waka.

Pasó el tiempo. Ya mudamos el Bicentenario a Shanghai, ahora tenemos la copa de la vida. Bue, yo sigo en la misma. Es que voy como un caracol. Había un poema de Prévert: dos caracolitos se van al entierro de una hoja. Es otoño, y la hoja se murió como todo lo que se muere en otoño. Pero los caracoles llegan al entierro en primavera. El mundo se despertó, dice Cris Morena. Y los caracoles bailan tregua y catala.

Yo soy así, un depositario de vencimientos. Llego cuando el tío ya se emborrachó y ya no hay más vitel toné. Pero me la banco.

Entonces, Lost. Que no haya respuestas no es un problema. Está bien, me trago el sapo. No fui de los que querían que me resolviesen la existencia. Para eso los tengo a Stamateas y a Isha. Lo que es más complicado es la cursilería. Puedo reconocer un error, puedo pedir perdón, hasta puedo aceptar que no sé algo. Pero nunca nunca nunca voy a decir chorradas como "La vida es una caja de bombones". ¡Por favor! Me niego, me troncho la lengua antes de afirmar que si un genio me da tres deseos, uno de ellos sería tener tres deseos más. O algo así. Que brega!

Me troncho la lengua, endeveras. Waka waka eh eh.

Perdón, estoy distraído.

Primera verdad demostrada según el orden geométrico: La vida no es una caja de bombones.

¿Qué fue eso del mundo post mortem, donde cada cual se encuentra con su true love y parten del purgatorio hacia el más allá tomados de la mano? Eso es cursi, muchachos, me salpimentaron la historia con una redención demasiaaaado fácil. El único que zafa es Ben Linus, un sanobich de antología. Decide no meterse en la astronave (o futuro) porque debe seguir un cachito más.

En una nota alguien decía decepcionado que, al final, estaban todos muertos. No, es claro que no es así. Fue un engaño fácil el del mundo paralelo, que sólo era un flashforward exponenciado, pero definitivamente estaban todos vivos. En el episodio nueve (¿o diez?) de esta última temporada, Ricardus dice que la isla era un purgatorio. Un chistecito nomás o, mejor, un modo de preparar al espectador.

Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Morir solos o acompañados? La moraleja es que desmentimos el eslogan de Jack. Todos aquí murieron con su amor. Y por una puta vez Jack y Kate pudieron ser felices y comer perdices. En este sentido, Lost tiene un claro valor: la apuesta por el amor. ¡Ja! Y ustedes creían que estaban viendo una serie de acción/suspenso/ciencia ficción/etc. No: es una simple historia de amores que van y vienen, pero uno solo queda firme.

Está bien, pero quiero detenerme en otro momento. Basta de esto. Vamos al momento en que Jack, en agonía, sonríe y ve el avión. Porque entonces fue cuando no estuvo solo. ¿Quién era ese psicagogo? ¿Tadzio? No, salame: era un fucking perro.

Ya está. ¿Puede ser que la compañía más íntima, el silencio comprensivo del "Te reconozco" sea el de un chucho?

¡Anatta! ¡Y olé!

sábado, 22 de mayo de 2010

Tantum animalia

Me imaginé un haiku como este:

23 están felices,
7 están enojados.
Me cago en los 30.

Pero no, definitivamente no es un buen haiku. Además, transmite mala vibra.

A lo nuestro.

Esta vez no me enganchan. Ya estoy con el caballo cansado. Quiero decir, si antes fue pura inocencia y, por qué no, curiosidad, ahora sólo sería un morbo calladamente enfermizo. Total, llorar es llorar como siempre: la unidimensionalidad del llanto, diría algún transnochado con chucrut en la barbilla. Así, llorar es la resolución de una ecuación fisiológica: a través de nuestros caños y fuelles, hay aire y agua que, según presiones y calores, abren o cierran compuertas y grifos. Dui bu dui?

Bu dui, cabrón.

Richard Gere es el Claudio María Domínguez de los estadounidenses. Uno se hizo budista, el otro se hizo un guisado polipanteísta. A uno se lo recuerda en una foto con el Dalai Lama; al otro, con la Madre Teresa, en la confusa improvisación a mitad de camino entre bendición y terrenal handshake (en cámara lenta, con Enya de fondo, sivuplé). Uno es actor; el otro, también.

Si Richard Gere sonríe, sonaste; es como el humo negro de Lost: mejor que no te hable, porque, de hacerlo, estás atrapado en sus redes. (Ayer estaba en un supermercado. Tomé un frasco de humo líquido y me fue imposible no pensar en el monstruo de la isla: ahí, compacto, densificado; lo acerqué al oído para ver si se oía algo, susurros, truenos... No, nada).

Cuestión que este Gere se despachó con una película que se llama Hachi: A Dog's Tale (2008). En español, Siempre a tu lado. A ver, unamos: un perro que siempre está a tu lado. Carajo, estoy frito.

Juro y requejuro que soy más diverso que esto. No sólo pienso en perros. En el mundo también hay gatos, claro. Pero los perros me reclaman, y a mí público me debo. Prometo hablar de otras cosas, eventualmente. Por ejemplo, Lost. O Romina Paula. O Vampire Weekend. O perros.

Tal como dije: esta vez no me enganchan. Je, a veces hay que intentar el salto para ver si Mario llega hasta esa nube ascendente; mientras haya al menos 1 life up, es una táctica válida. Si muere, sé que hay que ir por otro lado. Pero como estrategia, la cosa se vuelve más complicada. Por eso, fui, vi y lloré con Marley y yo, pero hoy me reservo las lágrimas para otras cosas, gracias.

¿De qué la va Hachi?, el pueblo quiere saber. Ojuerli: Beist onatrú estori. En Japón, hubo un amor sin par: bah, lo de siempre. Hombre conoce perro. Perro conoce hombre. Se enamoran. Hombre muere. Perro va todos los días a la estación de tren a esperarlo en vano. Público necesita Gatorade para hidratación.

¡Hachi! ¡Hachi!

Como se ve, es el reverso de la peli de Wilson + Anniston. En esta, el que espichaba era el pichicho. Pero era mucho más que esto: la agonía y, claro, el entierro y el álbum de recuerdos de cuando era cachorro. Me di vuelta como un guante. Me infarté tres veces. Suerte que no era una primera cita, porque no mostré mi mejor imagen. Se me corrió el rímel. Hipé hasta el vómito. Fui un Katrina sin retorno. Te odio, te odio, te odio, Owen Wilson, te odio por haber tenido tan buen amigo, hijueputa.

Por el contrario, Siempre a tu lado es atroz ya desde el título local. Porque hay una imposibilidad propia del adverbio "siempre" en el círculo de lo consciente. Decir "Te amaré por un tiempo relativamente largo" es un poco menos cursi, más verdadero, pero definitivamente menos romántico. Por eso insistimos con el bendito "siempre".

En el canino modo, el colapso se da porque cada instante es, en sí, eternamente ignorante. La ansiedad de un perro en una estación de tren, que cabecea ante una multitud que no tiene el olor del dueño a quien aguarda, la ansiedad del hocico, la ansiedad de las orejas que, independientemente, buscan la voz reconocible, la ansiedad que carece de proyecto: el sufrimiento es nuestro, porque percibimos la inutilidad del acto y de la incipiente esperanza. En este sentido, se reconoce la invertida verdad rechazada: no saberse mortal (y, por ende, no comprender qué es la finitud) deja de ser una virtud y se torna una prisión de la que no se escapa jamás (es decir, por un tiempo relativamente largo).

Hay una canción de Gabo Ferro que, de paso, habla de perros. Pero no quiero rescatar esa parte, sino el mismo estribillo. Dice así:

"Soy todo lo que recuerdo;
y vos, todo lo que has olvidado".

En esta asimetría se encuentra la extraña amistad (digámoslo claro: el extraño amor) entre un ser humano y un perro. Ahora, cuando el que recuerda está incapacitado de recordar porque carece de ese estar; ¿cómo puede ser recuperado desde el olvido? ¿Qué alquimia (por fuera de las sinapsis y de la mecánica rastrera) posibilita continuar con esa creencia infame, pura, salvaje y desagarradora?

Lo siento, no tengo un remate para esto.

viernes, 7 de mayo de 2010

Pelotudo x 3

1.- ¿Es que soy pelotudo o qué? ¿Puede ser que no pueda ver este video sin que se me estrangule el cogote?



2.-

Estoy relleno y no soy churro.
Soy carne embutida y no soy chorizo.
Mis amigos me llaman "la sin hueso". ¿Qué soy?

Rta.: Un flor de pelotudo, eso es lo que sos.


3.-

Era tan, pero tan pelotudo, que quería hacer un posgrado y terminó en la academia militar.

martes, 30 de marzo de 2010

El perro del hortelano

Hay dos cosas que son mi kriptonita: 1) estoy enfermo de nostalgia; 2) estoy enamorado de los perros. Digamos que mi recuerdo más antiguo (mi primer recuerdo) es el día en que compramos al pequinés ese que cargo como una piedra en el corazón (¿vieron la película del cursi de Ki Kim-Duk sobre el monje budista y su discípulo?). Lloré cuando Lassie comió carne envenenada. Las cataratas de mi perro son un dolor gaseoso que me está acechando.
¿Quieren más ejemplos?
En 2004, escuché "My Blue Wave", de Lambchop (del disco Is a Woman, 2001). Lambchop es un grupo de Nashville, tocan en caravana y el tipo que está al frente de la troupe se pasea con el nombre de Kurt Wagner. Ni Ricardo ni Cobain, este Kurt habla desde más allá de la muerte y lo hace con mucha simpatía. Un bajo estridente y, al mismo tiempo, suavecito como almohada anatómica.
Los Lambchop vienen tremolando desde hace quince años. Lo intentaron todo, aparte de caratularse como los reyes del country alternativo (qué significará eso, desde mi esquinita porteña): le robaron el título a Miguelín Jackson para su propio Thriller (1997), me hicieron bailar con el soul de Nixon (2000), sacaron un brillante disco doble (o dos simples simultáneos, Stephen Hawkings explained) en 2004 (Aw, C'mon y No, You C'mon), entre otras volteretas musicales.
Lambchop tiene una paleta de colores variada, pero a todos se les mezcló esa témpera que mi querido Pedro llamaría "il pecato di stare vivo". Todo es una larga resaca, muy bien arreglada con instrumentos que suenan impecables. Hay algo que es timing, y este grupete lo tiene; pero hay algo que va más allá del timing y a Lambchop esto le sale hasta por las orejas.
A veces, cuando se despiertan y quieren componer la canción de carretera (tal como dice la pregunta: ¿qué tres canciones te llevarías a una carretera desierta?), se juntan y graban "Your Fucking Sunny Day" (estoy escuchándola ahora y siento el viento que me pega en el rostro).
Y otras veces -pocas veces, es verdad-, luego de que los dioses se concertaran y decidieran que la hora había llegado, los Lambchop editan cosas como Is a Woman. Fue en el 2001, ya lo dije. Acabo de repasar los 50 discos de la década de la Rolling Stone de este mes. Nada. Me fijo, desconcertado, en la lista de Pitchfork, a ver qué pasa. Es una lista de los 200 (¡léase "doscientos"!) discos de la década. Nada. Y sospecho: ¿soy yo el que tiene un oído perforado o son ellos? No, lo que pasa es simple, Is a Woman no es un LP que vino a cantar las cuarenta ni a dejar huella. Sólo tuvo existencia para ser perfectamente bello. Y vaya si lo logra.
Ahora, "My Blue Wave". Es una canción que, como el resto de las canciones del disco, dura muuucho tiempo. Quiero decir, sus buenos cinco minutos, pero las canciones carecen de toda estructura y de cualquier pretensión rítmica, por lo que uno no se va a encontrar golpeteando el suelo o la mesa. Por el contrario, más de uno va a acompañar un par de buenos compases con un bostezo conclusivo. A no desesperar. Hay que darle tiempo y, aunque esto de "es un disco que crece con el tiempo, como la desdicha y la inflación" suena tan soberbio que hasta me arrepiento de haberlo escrito, lo susurro para que alguno tome la posta.
En "My Blue Wave" se escucha al Kurt decir: "You lay around the house / Nothing much to bark about / Jump onto the bed / Just bones and squirrels inside your head / This is the only life I see / For you". Y llegamos a esto: hay un perro. Para nosotros, que de ardillas no sabemos ni la mitad, podríamos decir algo así como "Tan sólo hay huesos y gatos/medias/pantuflas/palomas en tu cabeza". Pero parece que los perros aman las ardillas.
Más adelante dice:

"And William called and tried
To tell me that his sister's boyfriend has
Just died
He's not sure what to do
And i'm not sure what to tell him he should do
Sometimes William we're just screwed.

Desde que escuché esto por primera vez, lo tengo atravesado en la cabeza. A veces estamos jorobados, Guillermín.
Es una canción estrictamente bella. Puede sonar a triste, pero sólo siento eso porque habla de perros, y los perros me pueden. Es así. Le creo la renguera, qué le voy a hacer. Y si la cantan en una de esas canciones que tienen la lenta cadencia de una tarde apenas fresca, mucho mejor.
Por "My Blue Wave" y por dos o tres cosillas más, les digo que escuchen el disco. ¿Qué cosillas, Lope? Bueno, en la segunda canción hay un pequeño sonido, un silbato que se escucha, si mal no recuerdo, en 1:24. Hace años que no lo escucho, pero creo que está ahí. Caramba, el disco vale la pena por ese silbatito de cuarta.
¿Otra cosa más para compartir? Sí, bueno, pero es un secretito que compartimos con Dios. Si lo dijera, dejaría de ser un secreto, y siempre hay que tener uno.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Amigo piedra

Como un gato que acosa el pulóver de su dueño: no extraigo nada y mi ronroneo muere en un sueño plácido pero profundamente instatisfactorio.
No, no. Mejor empecemos bien arriba (episodio de How I Met Your Mother en que se discute cómo debe ser un mix tape: conclusión: bien arriba, con "You Give Love a Bad Name"; yapó).
Entonces:
Como los eclipses, rejuvenecedores, que tienen la virtud de ser el último del milenio, pero que luego nos brindan la oportunidad de vivir el próximo cuyo aparición, inevitablemente, se adelanta y acontece a la semana siguiente del tan anunciado postrero.
Hoy les voy a hablar de Piedra y Piedrita. No son un dúo de payasos, les rompo la expectativa. Fueron vecinos míos durante más de diez años. A una cuadra de mi casa paterna hay un jardín en el que siempre había un perro bóxer. Lo vi por primera vez en 1995 ó 1996. Luego, más o menos en el 2000, apareció un cachorro, también bóxer. Como nunca supe sus nombres, yo los bauticé por la personalidad del mayor: siempre tranquilo, estático, firme en su postura expectante. Al aparecer el segundo, le dije Piedrita, aunque su personalidad era mucha más activa.
¿Qué bobada les estoy contando?
Los últimos años de Piedra fueron de una vejez parsimoniosa, gorda y canosa. Amaba ser acariciado por quien pasara. Yo nunca, absolutamente nunca, dejé de hacerle algún mimo, porque me movía su imaginario rabo y me babeaba la mano. Había que luchar contra Piedrita, que buscaba acaparar toda la atención y toda palma cariñosa.
¿Cuándo fue la última vez que lo vi? No lo sé. Pero sus últimos festejos fueron lentos, torpes, agradecidos.
Si hay alguien a quien quiero volver a ver en el cielo (que espero que sea como los elementos químicos que completaron el álbum de figuritas Cromy), ese alguien es mi amigo Piedra.
Por vos esta noche hago bai bai, mi chiquitín.
(¡Zas! Me salió la chorrada más cincuentona gourmetera paluch revival del portal de las mascotas posible. ¿Me estaré convirtiendo en mi propio enemigo? En garde!)

lunes, 18 de enero de 2010

...a buscar? A ti

Bienvenidas sean las listas. Y, para colmo, en este momento, en que nos encontramos conjurados en el centro no sólo del último eclipse anular del milenio (hasta tanto no haya otro el mes que viene) sino además del fin de año y de década, década que define cómo sigue el siglo. Por eso, listas sobran, y nosotros nos las apropiamos como ladrones de arte. Ahí está la crème de la crème, el danette de la música, los libros y el cine, y de todo lo que ustedes quieran.
Hubo un voto que se repitió por doquier: el elepé del grupo británico The xx, titulado xx, entraba en todo top ten del 2009. ¿Qué era este grupete, cuarteto devenido terceto, que ni nombre tenía? (Un médico me vio unas ronchas y me dijo que tenía "la quinta o la sexta": los médicos, que le ponen nombre soberbio a todo, ni se dignaron a llamarlas periquitinosis o flagelalia).
Aquí estamos. ¿Es un buen disco? No es el mejor del año (nadie dijo esto, pero hubo quien le adjudicó la medalla de plata). Para mejor, escuchen a los animales colectivos, que se las saben todas y cada vez cantan (tocan y samplean) mejor. Escuchen a Antonio y Los Yónsones, salido allá por enero, una obra simplemente hermosa. ¿Algo más? Yo La Tengo no me interesó mucho, a Grizzly Bear lo debo escuchar más, Los Flamingos me abrumaron y lo abandoné rápido (voy a volver), Devendra Banhart me dio mucho cariño y quisiera verlo en vivo, Girls merece que se le dé su propio cometario (su “Hellhole Retrace” pintaba para canción del año, hasta que apareció “What Would I Want? Sky”, fabulósica). ¿Algo más? Tengo que darle el play a Dylan, a Wilco... ¡Ah! Me encantó Dirty Projectors. Lo que no me interesó fue eso de los Wolgang Amadeus Phoenix, aunque mejor me callo y que no pase lo de ningunear a Banhart, cosa que hice allá por septiembre de 2004, cuando creía que ELP era lo mejor que le había pasado a la música, sin saber que lo mejor que le había pasado a la música había sido sin duda el fin del rock sinfónico.
Bien, xx. Una sucesión de pimpineleadas entre una mujercita y un niñito (¿cuánto tienen? ¿diecinueve años? ¿Y hablan de amor? Es como el niño de once o doce que cocinaba en la televisión y que decía: “a los venezolanos nos gusta usar anís, porque nos hace recordar cuando nuestras madres cocinaba arepas”). No hay mucho y esto es lo que el disco celebra: contarlo todo con los pobres elementos de guitarra, bajo, percusión y duetos que generalmente detesto, aunque haya sido hipnotizado por la grandiosa “I've Had The Time of My Life”. Gasté walkmans con esta y el amado 14 Hot Hits, llamado verdadera y únicamente “catorce jot jits” y que aquí está:


Todo comienza con “Intro” (esperen, apago “Hungry Eyes” –sí, estoy con un fucking revival de Dirty Dancing– y la escucho para comentarles, aunque me dan ganas de escuchar “Make Me Lose Control”, en una simplísima línea asociativa. Es que soy un cursi sin retorno.). Una guitarra y un teclado que te avisan que hay algo misterioso y cacofónicamente pretencioso. Cuando la percusión entra con tutti, en un ritmo pop para mí inesperado, ya está declarada la receta: la melancolía cool, retro y que nos da algo para recordar a los treintañeros. Luego viene “VCR”, que es algo que estos muchachitos no conocieron, neonatos de la era del minidisc. La melodía nos balancea mientras nos adormecemos en cierta cuna suavecita y dulce. Hay algo interesante en The xx: el cuidado que asignan a la demolición del sentimiento monocorde. “VCR” puede creerse como otra aventura amorosa miles de veces cantada por Roxette (hombre y mujer enamorados y que van a la fiesta a bailar y jau duhiudú duhuidú). Ja, acá no: estos chicos están en la tensión de un quiebre, a pesar de saberse en el hype: tienen hormonas, están en Londres y Cris Morena los quiere para celadores del próximo orfanato. ¿Se puede reconocer esa profundidad de sentirse torcidos y desgarrados, a pesar de tenerlo facebookianamente todo?
¿Qué se cantan? Ellos susurran per turnum: “We watch things on VCR / Talk about big love / I think we are supertars / You say you think we are the best thing”. Estos son los sofía coppola de la canción: chicos ricos que tienen tristeza. Es el mismo manifiesto de MGMT (“Let's make some music, make some money, find some models for wives”, y luego: “Love must be forgotten, life can always start anew. / The models will have children, we'll get a divorce. / We'll find some more models, everything must run its course”), pero puesta la cinta al revés, y esto es producto de la nostalgia a todo trapo, condensada en estas tres letras que recuerdan otros tiempos (tan evocadores de un ubi sunt como la comunidad posible que muestra Be Kind Rewind). ¿Qué ve esta pareja? Parecería que historias de amor, aunque no dejamos de sospechar que todas están maqueteadas por horas de sofá y VHS, DVD, MTV, 13/20, the works.
ALERTA. Se aproxima un frente de pedantería y frase categórica y pedorra a la manera de Enzensberger: Será que todo amor es así, libretado por los migrés que, como cupidos fluorescentes, llenaron de pajaritos nuestros pensamientos.
FIN DEL ALERTA. GRACIAS.
The xx es una música que ya me la sé. “Shelter”, por ejemplo, me hace recordar una vez cuando cayó en mis manos el demo de un juego de computadora, llamado Top of The Pops (una especie de Cantañiños británico). El programa electrónico en cuestión era la posibilidad de mezclar y editar una gran cantidad de pistas para armar tu propio hit. Si uno lo hacía con cierto sentido común y algo de gusto, salía una pieza a la que, les aseguro, “Shelter” le debe un aire de época. Seguramente se trata de una educación sentimental en común: todos hemos bebido de las mismas aguas.
Pero, alas!, The xx es un buen grupo. Hay algo que estos muchachitos hacen bien, claro que sí. ¿Será el despojo, ese por el que parece que se olvidaron usar un par de pistas de Top of The Pops, como lo habían olvidado también (pero más bizarramente) los de The Walkmen? ¿Será la nota siniestra que me da miedo?
No puedo decirlo. Lo que les aseguro es que, desde mi alma constipada (lo escuché hoy en una peli que se llama en español algo como Estafa de amor (The Bloom Brothers) y que no está mal) que brinda con actimel sus bien afeitados treinta años como trompadas, The xx funciona. En el concierto de esferas en que se ha transformado el moco de mis recuerdos, hay una cuerda que vibra.

jueves, 17 de diciembre de 2009

El gatopardismo de Flashforward

Estuve viendo series. Como quedarme ciego sólo me acerca un poco más a Homero, es decir, a un pobre diablo, no me preocupan los rayos catódicos. Por eso, estuve viendo series. Ahora me acuerdo de la canción de Roxette "Debería haber sido amor", que es el upgrade de "It Must Have Been Love": es una foto kirlian de lo que siento: en la hermosa gramaticalidad china escuchamos la letra: "Es amor, no es amor, no lo sabo".
Estuve viendo series y me encuentro perturbado por un sentimiento que no sabo cómo llamarlo.
Entonces, a por él:
Me gusta
Lost, claro. Soy el fan número uno y quiebro piernas si me dicen lo contrario. (A su vez, moriré yo con la cabeza quebrada por una máquina de escribir: ciego y desparramado). Sin embargo, la fórmula no viene sirviendo en otros productos. Digamos, Flashforward. ¿La sucesora de Lost? Ja, de esta serie sólo tiene dos o tres actores choreados, nada más.
Pero hubo un tiempo mejor, digamos los dos primeros episodios. El primero de la temporada trajo una idea interesante y, por qué no, perturbadora. Durante algunos segundos, tal vez más de cien pero menos de trescientos, cada ser humano atraviesa un estado de inconciencia. ¿Desmayo? ¿Hipnosis? ¿What? Bueno, se va sabiendo a lo largo de las semanas.

Imagínense esto: que todos los muchos miles de millones de nosotros nos desplomemos sobre la tierra, la mesa, el ascensor, el asiento, la escalera, el vacío. ¿Cuántos no sobreviven a esta experiencia? No recuerdo, pero creo que se baraja casi la doble docena de millones de personas.

Hay algunas escenas memorables: un mundo dormido que continúa con la lenta inercia sin control. Un micro que avanza hacia el lago, etc. Un pequeño apocalipsis, como decía David Byrne. Me hace acordar al único minuto por el cual valió la pena ver toda la insípida primera temporada de Las alocadas crónicas de Sarah Connors. Último episodio, úlitmo bloque. Un hermoso clip con la banda sonora de Johnny Cash "Esa-con-el-título-que-no-puedo-recordar-y-tengo-fiaca-de-buscar-el-disco". (Veremos si me inspiro más tarde: si esto se lee tal cual lo estás leyendo, amable lector, es que tiré la toalla). El malísimo Terminator (malo no por malvado sino por mediocre, digo) está embarricado dentro de una habitación de motel, al tiempo que una banda de expertos policías arremete contra la puerta, entra pistola en mano y, uno a uno, son arrojados por el aire, vuelan sobre el pequeño balcón y caen en la piscina. Cámara lenta. Y Cash, que siempre es hermoso. Trece capítulos para un momento bien armado; sin embargo, no me devolvió el tiempo perdido. Tal vez si mojo esta madalena en mi tila...

Bien. Estamos con
Flashforward y sus inquietantes imágenes de la calma chicha, mientras no hay quien haga más que dormir y soñar. Recuerdo un documental que mostraba cómo sería el mundo dentro de miles de años si en este preciso instante el ser humano desapareciera (¡puf!) del valle del samsara. (No estoy inspirado hoy, ya lo sabo). Me suena una campana, nomás.
¿Les cuento el
spoiler del día? Bueno, los buenos de la serie (la policía) encuentran una filmación que muestra que, durante el desmayo colectivo, al menos una persona se paseó lo más pancho entre una multitud inocente. ¿Quién es? ¿Por qué no aparenta estar aterrada, sino más bien confiada en sus acciones?Préguntenle a los guionistas, no a mí.
Hubo otra cosa más: durante esos segundos de dormilona, todos soñaron con exactamente el mismo futuro. Las conversaciones, al día siguiente, eran algo así: "Soñé que me pedías el divorcio", "Sí, y yo soñé que te decía que no"; "Señor, disculpe, tal vez no me conozca, pero soñé con usted", "Hola, Sandra, ¿cómo estás? ¡Claro que te conozco!". Y otros parlamentos memorables por el estilo.
Así contado, a pesar del pobre estilo con el que me muevo, parece que la serie pinta interesante. A mí, al menos, me interesó en un comienzo. Pero todo concluye al fin.
Flashforward ya es historia de otro fracaso. Se transmitieron nueve episodios, quedarán todavía por transmitir, a partir de marzo de 2010, una docena más, creo. Pero está haciendo agua, porque el argumento es una trampa en la que los guionistas cayeron, indianas jones torpes que tensan la cuerda y luego la pisan: los dardos les atraviesan el corazón.
La serie ahora lucha en dos frentes: primero: descubrir por qué pasó lo que pasó y si, eventualmente, puede volver a ocurrir de nuevo (conspiraciones, etc.); segundo: para aquellos que soñaron con un futuro sombrío (que estaban borrachos, que tenían el alma en pena, que estaban muertos) todo se reduce a torcer el destino o, mejor, averiguar si es posible torcerlo (metafísica paluchiana). Todo es un gran circo: por un lado, la conspiración es de cartón pintado y, por el otro, el destino no se puede cambiar. Lo siento muchachos, con estas cosas tenemos que arreglárnosla.
El enorme sudoku en el que están metidos los guionistas no permite que la historia se expanda y se desarrolle imprevisiblemente, ya que las premisas son demasiado rígidas como para salirse del molde. Y recuerden, si Flashforward intenta ser la heredera de Lost, entonces necesita tener un guión muy desarrollado y detallista pero, al mismo tiempo, debe tener la desfachatez para patear el tablero y desbordarse en nuevas direcciones.
Porque en Flashforward todo se ve reducido a si el destino es verdadero destino o sólo un libro de Ludovica Squirru. Si se responde con la segunda alternativa, si el futuro es imprevisible y lo que todo el mundo soñó, por más ominoso que fuera, no es el destino, los guionistas pierden el 50% de sus ideas: sólo les queda la línea argumentantiva de la conspiración high tech + bobadas sobre metafísica del tiempo y conciencia del hombre. Por lo tanto, el destino tiene que ser justamente eso. Lo siento, pero parece que en Flashforward el futuro no es una astronave que intentamos pilotear, porque el piloto está en automático.
Ahora: si los guionistas nos están cocinando a fuego lento para poder llegar, a través de un insípido mar calmo donde se puede hacer la plancha televisiva, a aquel futuro soñado por los personajes (especialmente los policías, ya que estos son quienes luchan contra los chicos malos nerds apocalípticos), los episodios anteriores a aquel que transcurra en ese futuro (creo que es abril de 2010) son una simple trampa para turista. Necesitan aparentar que ofrecen muchas líneas argumentativas, pero serán sólo excusas para arrastrar todo el paquete narrativo hasta el momento de interés. Nada más que eso, porque los guionistas especulan con las palabras del filósofo: "Nada nos puede pasar, todas las bicis y los barcos".
Ojalá que los guionistas en estas vacaciones decidan hacer lo contrario.
¿Es amor o no es amor lo que siento por Flashforward? Lo supo ser, pero fue de verano. Del '98. Y eso es el pasado, Flashforward debe mirar hacia el futuro (y más allá).