porque vos te irás con ella.
Gabo Ferro
Recuerdo: el ojo de Sauron, el ojo de Endemol, el ojo de Thundera... Ahora, a partir del Bicentenario, tenemos el ojo de Jack Shepard.
¡Ojo! Lo siguiente es un descarado spoiler. A la manera de Naroski: El que avisa no traiciona, la traición sería no avisarte. Bueno, la idea es esa.
Dicen que el cuchillo corta pero no se corta, el ojo mira pero no se mira, etc. En este sentido, en el budismo se habla del anatta: la ausencia de un yo, de la irreductibilidad de los fenómenos conscientes a un núcleo, puesto que hay conciencia sin un quién que lo respalde. De ser así, ¿qué me diferencia de cualquier otra persona? Todos somos todos, en un sentido que no es el de Ari Paluch. (Yo no soy Paluch).
Esta extrema licuación es el opuesto del solipsismo, sólo para nombrar el argumento más radical acerca de la existencia de otros yoes por fuera del que se hace la pregunta. Como no hay manera de demostrar que cualquier otro ser es consciente como yo (que lo soy, pero ¿a quién se lo demuestro?), entonces descarto la evidencia de los fenómenos (puesto que no me conducen al centro de la persona) y evito afirmar que hay otras mentes que existen.
Si bien el solipsismo no es corriente, salvo en posturas académicas, y el concepto de anatta es lejano para una cultura centrada en el de persona (ente racional) y nos parece más cercano a Bucay y a Carlos María Domínguez que a algo que va en serio, debemos reconocer que la pregunta por el yo no es mera verdurita. Toda la cosa del holismo vs. individualismo tal vez nos parezca más pertinente.
Lost trabajó una dicotomía entre social y existencial: "Live together, die alone". Lo dice Jack, y fue la comidilla de todo artículo sobre el final de la serie. Bien, de no haber sido así, yo no lo habría recordado en absoluto. Gracias. La frase completa es: "Si no podemos vivir juntos, entonces moriremos solos". Pero en la exrema crudeza del eslogan, la cosa se transforma en una exhortación: "Vive en grupo, muere en soledad". Mientras que en la primera versión existe la posibilidad de la compañía incluso en la experiencia que algunos salamines niegan porque "si muero, no pienso; si pienso, no estoy muerto", en la segunda, tenemos la desnudez insondable de un existencialista que se cree Bergman. (Me imagino a Ingmar en calzas, con capa y capucha que, al salir de su volcán, es acompañado del grito "¡Beeeeeeeergman!).
Ay, Dios. La vida y la muerte. Damn yin y yang, allá por las primeras temporadas lo teníamos a John Locke con una piedra de cada color en la mano mientras explicaba alguna ganzada... Prefiero recordar el imperfecto circulete yinyanguesco que forman Jack y Vincent, el morocho y el rubio, el ojo que ve y el ojo que se muere. Venga, Phil Collins, no se me amilane ante tanto público y cántese alguna canción onda Disney que se llame "The Circle of Life". Que haya mucho bongó y mucho bronce. Lo que vende es el bronce y la world music, Phil. Si vos sabrás, viejo chantafútefe...
¿Valió la pena atravesar más de ciento veinte episodios, como el príncipe de Persia atravesaba más de ciento veinte pantallitas? (La metáfora era pelear contra tu propia sombra, y hasta alguien se le animaría y la llamaría "anima"). Mi veredicto es que sí. Ya sé que hubo misterios que no se resolvieron, bla bla. La cuestión es que nunca lo fueron, sólo nosotros pensamos (nos hicieron pensar) que cualquier detalle tenía el carácter de misterio, mientras tan sólo era una pavada para fogonearnos. No había un secreto a responder, no había nada: ¡anatta! Nadie se pregunta cómo McGyver paga los impuestos, o mucho menos cómo hace Carrie Bradshaw para bancarse tanto Manolo Blahnik si sólo publica una columna al lado de una propaganda de alargamiento peneano (Carrie dixit). Quiero decir: todo es un misterio, pero sólo nos crispaba Lost.
Tuve una discusión sobre si Lost era extraño o maravilloso (ya saben, Tzvetan clavó un clavito...). Y yo dije (y digo) que esta era la duda de Lost a lo largo de tutti: Jack quería que la pesadilla se respondiera con un "al final, se despertó" o, al menos, con una explicación racional. Pero en la sexta temporada, hubo exceso de Jack con su mochilita bien ubicada y con la mirada perdida en el horizonte. Sentadito en una piedra, pasaba la palma sobre la tierra, escribía con un palo (¿sacrificio crístico quizá? Ojalá no, porque para eso ya estamos hasta el cogote con Neo). Demasiado cachorrito mojado, cojo y con el rabo pelado. ¿Saben lo que pasó? Se abrió al mundo de la magia. La isla era lo que era.
Yo no me la creo, pero es lo que hay, gente.
2.-
Waka waka.
Pasó el tiempo. Ya mudamos el Bicentenario a Shanghai, ahora tenemos la copa de la vida. Bue, yo sigo en la misma. Es que voy como un caracol. Había un poema de Prévert: dos caracolitos se van al entierro de una hoja. Es otoño, y la hoja se murió como todo lo que se muere en otoño. Pero los caracoles llegan al entierro en primavera. El mundo se despertó, dice Cris Morena. Y los caracoles bailan tregua y catala.
Yo soy así, un depositario de vencimientos. Llego cuando el tío ya se emborrachó y ya no hay más vitel toné. Pero me la banco.
Entonces, Lost. Que no haya respuestas no es un problema. Está bien, me trago el sapo. No fui de los que querían que me resolviesen la existencia. Para eso los tengo a Stamateas y a Isha. Lo que es más complicado es la cursilería. Puedo reconocer un error, puedo pedir perdón, hasta puedo aceptar que no sé algo. Pero nunca nunca nunca voy a decir chorradas como "La vida es una caja de bombones". ¡Por favor! Me niego, me troncho la lengua antes de afirmar que si un genio me da tres deseos, uno de ellos sería tener tres deseos más. O algo así. Que brega!
Me troncho la lengua, endeveras. Waka waka eh eh.
Perdón, estoy distraído.
Primera verdad demostrada según el orden geométrico: La vida no es una caja de bombones.
¿Qué fue eso del mundo post mortem, donde cada cual se encuentra con su true love y parten del purgatorio hacia el más allá tomados de la mano? Eso es cursi, muchachos, me salpimentaron la historia con una redención demasiaaaado fácil. El único que zafa es Ben Linus, un sanobich de antología. Decide no meterse en la astronave (o futuro) porque debe seguir un cachito más.
En una nota alguien decía decepcionado que, al final, estaban todos muertos. No, es claro que no es así. Fue un engaño fácil el del mundo paralelo, que sólo era un flashforward exponenciado, pero definitivamente estaban todos vivos. En el episodio nueve (¿o diez?) de esta última temporada, Ricardus dice que la isla era un purgatorio. Un chistecito nomás o, mejor, un modo de preparar al espectador.
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Morir solos o acompañados? La moraleja es que desmentimos el eslogan de Jack. Todos aquí murieron con su amor. Y por una puta vez Jack y Kate pudieron ser felices y comer perdices. En este sentido, Lost tiene un claro valor: la apuesta por el amor. ¡Ja! Y ustedes creían que estaban viendo una serie de acción/suspenso/ciencia ficción/etc. No: es una simple historia de amores que van y vienen, pero uno solo queda firme.
Está bien, pero quiero detenerme en otro momento. Basta de esto. Vamos al momento en que Jack, en agonía, sonríe y ve el avión. Porque entonces fue cuando no estuvo solo. ¿Quién era ese psicagogo? ¿Tadzio? No, salame: era un fucking perro.
Ya está. ¿Puede ser que la compañía más íntima, el silencio comprensivo del "Te reconozco" sea el de un chucho?
¡Anatta! ¡Y olé!